Fernández y De Vido reflotaron la cultura fetiche de De la Rúa
Los dos ministros K se especializaron en el cultivo de los árboles en miniatura que hiciera célebre al ex presidente de la Alianza. “Aníbal es brillante: todo lo que hace lo hace bien”, cuenta Marita Gurruchaga, la profesora de bonsái del titular de Interior. De Vido es un amante de la jardinería y aprendió leyendo fascículos de la misma maestra.
El precursor fue Fernando de la Rúa, que en 1999 desembarcó en la Casa Rosada con impronta oriental: cambió la pizza por el sushi y adornó su despacho con un simpático bonsái. Aquel gesto y aquel árbol fetiche simbolizaron su gestión, minimalista y taciturna. Hoy, seis años después, de la mano de los ministros Aníbal Fernández y Julio De Vido, los bonsáis volvieron a florecer en el Gobierno.
La palabra ‘bonsái’ deriva de la unión de dos términos japoneses: ‘bon’ (bandeja) y ‘sai’ (planta). Los bonsáis son fieles reproducciones de los árboles que crecen en la naturaleza, con sus mismas características, a pesar de su tamaño. Esta singularidad parece haber conquistado a los dos ministros. Ambos –De Vido y Fernández– quedaron fascinados con la sabiduría oriental que emanan los árboles.
El primero en cultivarse fue Fernández. Desde 1998 toma cursos en “Bonsái Estudio”, un vivero de la avenida Independencia en Capital. “El estaba buscando con quien hacer un curso –cuenta Marita Gurruchaga, propietaria y profesora–, y de inmediato establecimos una muy buena relación. Puedo decir que es un gran amigo mío”. Gurruchaga no escatima elogios para definir la erudición del ministro: “Es brillante: todo lo que hace lo hace bien. Siente un gran amor por el bonsái”.
Gurruchaga es una eminencia en el bonsaísmo en la Argentina. Es exigente y frontal: “La gente sin condiciones, no me entusiasma. No me interesa que vengan tres años a transplantar plantines.”
Ejemplar. Para Gurruchaga, Fernández es un alumno modelo. A tal punto que desde el 28 de octubre del año pasado exhibió uno de sus más de cincuenta bonsáis, en la 3ra Convención de la Cultura Japonesa que se realizó en la Biblioteca Nacional. El elegido fue un "Arce Plumoso".
Marita explica que el ministro del Interior ya no asiste a su vivero con la misma frecuencia, pero que siempre que puede se da una vuelta. “Viene sin custodia como cualquier hijo de vecino”, aclara. Son varios los bonsáis del ministro que Gurruchaga tiene a su cargo. Un Alcornoque, que resalta por su tamaño, un Bosquecito y una Azalea. Según Marita, para Aníbal hacer bonsái es como habitar el paraíso: “es como tener un orgasmo”, compara el ministro.
El amor de Fernández con los simpáticos árboles tiene un límite: el despacho. “Aníbal dice que él no los tiene en su oficina ‘porque no se rasca las bolas’ como el ex presidente”, comenta Marita.
Planificación. Amante de la jardinería, De Vido es el otro ministro que se dejó atrapar por esta cultura oriental. Como Aníbal, también quiso conocer sus secretos de raíz, a través de Gurruchaga. “Era cliente mío, pero yo, la verdad, no sabía quién era. Un día, nos dimos cuenta de que era un ministro, entonces le mande un mail a Aníbal Fernández comentándoselo. Aníbal lo llamó y ahí descubrió que era fanático como él”, recuerda Marita. “De Vido compraba unas revistas mías. En cierto modo es como si fuera alumno mío, porque hizo los bonsáis a partir de lo que escribí yo”, explica la coautora de Manual del Bonsái, libro imprescindible para los iniciados.
De Vido, incluso, participó junto al embajador de Japón de unas charlas que brindó Mashaiko Kimura, el mayor gurú mundial de la cultura bonsái. Con la misma pasión con la que se especializa en hidrocarburos o combustibles, De Vido se interiorizó en los laberintos de clorofila de estos simpáticos y diminutos árboles.
De Vido en el Plenario de la Embajada Japonesa.
Por Juan Cruz Sanz - Diario PERFIL - Publicado el 6 de Noviembre de 2005
1 comentario:
La foto es de Sergio Luciani, supongo que le pediste permiso para publicarla ¿no?, o por lo menos ponele el crédito.
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