Por Juan Cruz Sanz
El ruido de la lluvia alterna con el refucilo de la luz de los relámpagos que se meten por los espacios que deja la persiana con la ventana. En la habitación reina la tranquilidad de un típico domingo de invierno y sobre la mesa del escritorio espera una taza de café bien cargada. La habitación esta a media oscuridad y sobre la taza se refleja la luz blanca del monitor de la computadora. Camino sobre el pasillo, más memoria que orientación y me acerco a la biblioteca. Sobre todos los libros, hay uno que sobre sale del resto, parece mal acomodado, con su lomo oscuro y su letras en forma confusa, “A Sangre Fría” dice el lateral del libro. Me acerco al libro con curiosidad, pero con resguardo. El nombre me despierta la intriga pero alimenta a mi inseguridad. Lo agarro con firmeza, tratando de convencerme a mi mismo que es el momento de sumergirme en una nueva historia ficción. El tiempo y las páginas del libro me iban a decir lo equivocado que estaba. Que ficción era le menos que había.
Regreso a la habitación sin despegar la mirada del libro. Me siento frente a la PC e inclino el sillón hacia atrás. Apoyo las piernas sobre la mesa y tomo un sorbo de café solo con la luz de los tubos fluorescentes del monitor, que me acompañan en la aventura. Primera pagina, “Truman Capote. Escritor. Norteamericano. Nacido el 30 septiembre de 1924”. El nombre del autor me intriga y me genera una risa espontánea “lindo nombre” pienso irónicamente, otro trago de café y continuo. Las horas pasan y “A Sangre Fría” me atrapa de una forma inconsciente. Marco la pagina y cierro el libro. Levanto la mirada hacia la computadora y decido matar mi curiosidad intentado investigar más sobre “Truman Capote”.
Truman Capote, nació en Nueva Orleáns. Era hijo de un vendedor y de una joven de 16 años que. Se divorciaron cuando tenía tan sólo cuatro años. A partir de ahí, la vida de Capote se convirtió en inconstante trajinar por los obstáculos que le ponía el tiempo. Encontró en la tinta y el papel, quizás, la forma terapéutica de canalizar sus lastimaduras interiores
Capote, era uno de los escritores norteamericanos más jóvenes y su reputación bordeaba los índices de los más grandes de la literatura mundial. Mientras continuaba visitando paginas y mas paginas que comentaban su vida, me preguntaba a mi mismo en que lugar del mundo estaba para que para mi sea, hasta ahora, un absoluto desconocido. Capote, ya a los 23 años había publicado su primera novela, “Otras Voces, otros ámbitos” (1948), libro que le valió el reconocimiento de la crítica especializada y la aceptación del público. Después un año más tarde, en 1949 llegaría un libro de cuentos, “Árbol de la noche y otras historias”. La novela “Desayuno en Tiffany's” que escribió en 1958 quizás le valió el reconocimiento mundial. Sin embargo, mi curiosidad radicaba en el como podía existir la forma en que Capote lograba mimetizar a uno en su libro “A Sangré Fría” y porque no, hacernos parte de ella.
El 16 de noviembre de 1959, Truman encontró algo que solo esas mentes prodigiosas logran resaltar. El diario comentaba el misterioso crimen de una familia de granjeros de apellido Clutter, en un lejano pueblo de Kansas. Un cuádruple crimen a manos de dos jóvenes que actuaron precisamente a sangre fría. Interesado o no, pero con una gran instinto animal, Capote decidió viajar a aquel lejano pueblito de Kansas para escribir la historia del asesinato., que siete años mas tarde impresionaría al mundo de la mano de su pluma. Lo esperaron allí 270 habitantes dispuestos a desconfiar de cada paso del escritor y de todo lo que volviera a perjudicar la calma que invadía las calles de Holcomb.
Esa forma de contar lo indescriptible que me había atrapado de Capote, fue el gran plus que lo destacó de la media. Marcó un nuevo rumbo en el periodismo moderno y en la literatura mundial, pero sobre todo en la narrativa, creando la novela de no ficción, en la cual Capote utilizo todos sus recursos literarios y principalmente periodísticos. Truman describe en las páginas del libro, con asombrosa precisión cada uno de los movimientos de Perry Smith y Richard Hickock (los asesinos de Herber, Bonnie, Kenyon y Nancy Clutter). Pero muchos académicos son los que aseguran que todo esto no habría sido posible, si el autor no hubiese desplegando una inmensa y rigurosa documentación. Al mejor estilo periodismo de investigación, Capote llegó a recopilar unas 6 mil páginas de apuntes, transcripciones de entrevistas, conversaciones con siquiatras, cartas, recortes de prensa e informes judiciales, de las que uso no más de un 20 por ciento. Esta etapa le demando seis años de ardua investigación, y es esta visión la que más lo acerca al trabajo periodístico.
A medida que me inundaba de información y en la pantalla el nombre Truman Capote se repetía y se clonaba en forma instantánea sobre el blanco del papel tapiz del sistema operativo, me iba agradeciendo a mi mismo el encuentro con ese aparente libro diferente.
“A Sangre Fría me consumió” aseguró el escritor norteamericano, que después de codearse con el éxito y la fama indistintamente, se sumergió en una vida de desenfrenos, alcohol y drogas. Esta situación no iba a ser fácil para Capote que a partir de ahí su tiempo de productividad literaria empezó a decaer para nunca más poder igualar sus máximos logros y de esa forma no cumplir todas las expectativas que en el se depositaban cada vez que se anuncio una nueva obra.
Truman Capote, el escritor más escandaloso de su tiempo, el anfitrión de la llamada "fiesta del siglo" en el Hotel Plaza de Nueva York en 1966, el hombre que se declaró alcohólico, drogadicto, homosexual y genio, murió el 25 de Agosto de 1984 y con el se apago al estrella que brillo como algo muy cercano a lo espontáneo.
El sueño se adueñó de mí y de mi incursión en la vida de Truman Capote. Sorprendido por su final, apago la computadora y me siento en la cama como tratando de organizar toda la información nueva que da vuelta en mi cabeza. Apoyo la cabeza sobre la almohada, prendo la luz del velador y vuelvo a tomar ese libro, que ahora, me consumía a mí.
El ruido de la lluvia alterna con el refucilo de la luz de los relámpagos que se meten por los espacios que deja la persiana con la ventana. En la habitación reina la tranquilidad de un típico domingo de invierno y sobre la mesa del escritorio espera una taza de café bien cargada. La habitación esta a media oscuridad y sobre la taza se refleja la luz blanca del monitor de la computadora. Camino sobre el pasillo, más memoria que orientación y me acerco a la biblioteca. Sobre todos los libros, hay uno que sobre sale del resto, parece mal acomodado, con su lomo oscuro y su letras en forma confusa, “A Sangre Fría” dice el lateral del libro. Me acerco al libro con curiosidad, pero con resguardo. El nombre me despierta la intriga pero alimenta a mi inseguridad. Lo agarro con firmeza, tratando de convencerme a mi mismo que es el momento de sumergirme en una nueva historia ficción. El tiempo y las páginas del libro me iban a decir lo equivocado que estaba. Que ficción era le menos que había.
Regreso a la habitación sin despegar la mirada del libro. Me siento frente a la PC e inclino el sillón hacia atrás. Apoyo las piernas sobre la mesa y tomo un sorbo de café solo con la luz de los tubos fluorescentes del monitor, que me acompañan en la aventura. Primera pagina, “Truman Capote. Escritor. Norteamericano. Nacido el 30 septiembre de 1924”. El nombre del autor me intriga y me genera una risa espontánea “lindo nombre” pienso irónicamente, otro trago de café y continuo. Las horas pasan y “A Sangre Fría” me atrapa de una forma inconsciente. Marco la pagina y cierro el libro. Levanto la mirada hacia la computadora y decido matar mi curiosidad intentado investigar más sobre “Truman Capote”.
Truman Capote, nació en Nueva Orleáns. Era hijo de un vendedor y de una joven de 16 años que. Se divorciaron cuando tenía tan sólo cuatro años. A partir de ahí, la vida de Capote se convirtió en inconstante trajinar por los obstáculos que le ponía el tiempo. Encontró en la tinta y el papel, quizás, la forma terapéutica de canalizar sus lastimaduras interiores
Capote, era uno de los escritores norteamericanos más jóvenes y su reputación bordeaba los índices de los más grandes de la literatura mundial. Mientras continuaba visitando paginas y mas paginas que comentaban su vida, me preguntaba a mi mismo en que lugar del mundo estaba para que para mi sea, hasta ahora, un absoluto desconocido. Capote, ya a los 23 años había publicado su primera novela, “Otras Voces, otros ámbitos” (1948), libro que le valió el reconocimiento de la crítica especializada y la aceptación del público. Después un año más tarde, en 1949 llegaría un libro de cuentos, “Árbol de la noche y otras historias”. La novela “Desayuno en Tiffany's” que escribió en 1958 quizás le valió el reconocimiento mundial. Sin embargo, mi curiosidad radicaba en el como podía existir la forma en que Capote lograba mimetizar a uno en su libro “A Sangré Fría” y porque no, hacernos parte de ella.
El 16 de noviembre de 1959, Truman encontró algo que solo esas mentes prodigiosas logran resaltar. El diario comentaba el misterioso crimen de una familia de granjeros de apellido Clutter, en un lejano pueblo de Kansas. Un cuádruple crimen a manos de dos jóvenes que actuaron precisamente a sangre fría. Interesado o no, pero con una gran instinto animal, Capote decidió viajar a aquel lejano pueblito de Kansas para escribir la historia del asesinato., que siete años mas tarde impresionaría al mundo de la mano de su pluma. Lo esperaron allí 270 habitantes dispuestos a desconfiar de cada paso del escritor y de todo lo que volviera a perjudicar la calma que invadía las calles de Holcomb.
Esa forma de contar lo indescriptible que me había atrapado de Capote, fue el gran plus que lo destacó de la media. Marcó un nuevo rumbo en el periodismo moderno y en la literatura mundial, pero sobre todo en la narrativa, creando la novela de no ficción, en la cual Capote utilizo todos sus recursos literarios y principalmente periodísticos. Truman describe en las páginas del libro, con asombrosa precisión cada uno de los movimientos de Perry Smith y Richard Hickock (los asesinos de Herber, Bonnie, Kenyon y Nancy Clutter). Pero muchos académicos son los que aseguran que todo esto no habría sido posible, si el autor no hubiese desplegando una inmensa y rigurosa documentación. Al mejor estilo periodismo de investigación, Capote llegó a recopilar unas 6 mil páginas de apuntes, transcripciones de entrevistas, conversaciones con siquiatras, cartas, recortes de prensa e informes judiciales, de las que uso no más de un 20 por ciento. Esta etapa le demando seis años de ardua investigación, y es esta visión la que más lo acerca al trabajo periodístico.
A medida que me inundaba de información y en la pantalla el nombre Truman Capote se repetía y se clonaba en forma instantánea sobre el blanco del papel tapiz del sistema operativo, me iba agradeciendo a mi mismo el encuentro con ese aparente libro diferente.
“A Sangre Fría me consumió” aseguró el escritor norteamericano, que después de codearse con el éxito y la fama indistintamente, se sumergió en una vida de desenfrenos, alcohol y drogas. Esta situación no iba a ser fácil para Capote que a partir de ahí su tiempo de productividad literaria empezó a decaer para nunca más poder igualar sus máximos logros y de esa forma no cumplir todas las expectativas que en el se depositaban cada vez que se anuncio una nueva obra.
Truman Capote, el escritor más escandaloso de su tiempo, el anfitrión de la llamada "fiesta del siglo" en el Hotel Plaza de Nueva York en 1966, el hombre que se declaró alcohólico, drogadicto, homosexual y genio, murió el 25 de Agosto de 1984 y con el se apago al estrella que brillo como algo muy cercano a lo espontáneo.
El sueño se adueñó de mí y de mi incursión en la vida de Truman Capote. Sorprendido por su final, apago la computadora y me siento en la cama como tratando de organizar toda la información nueva que da vuelta en mi cabeza. Apoyo la cabeza sobre la almohada, prendo la luz del velador y vuelvo a tomar ese libro, que ahora, me consumía a mí.
1 comentario:
Para tener en cuenta siempre a este pionero del 'novoperiodismo'.
Saludos desde Perú.
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