El no sabe que significa Twitter. No tiene cuenta en Facebook. Quizás escuche a sus nietos hablar del tema. Apenas sabe que es Internet. No sabe de la teoría de los medios 2.0, ni de redes sociales. El está ahí, acompañando la lucha, esa pelea de la cual está convencido. A su lado, su compañera, esa bicicleta con la cual hizo más de 30 kilómetros para llegar hasta el paraje de Arroyo Verde y esperar una eventual llegada de Gendarmería. No quiere pelear, sólo estar ahí.
Como me dice Bruno, un amigo con quién compartí esta foto: "Desde el cemento, a nosotros nos parece una eternidad el tiempo que lleva el puente cortado. El tiene todo el tiempo del mundo". El no sabe de nuevos medios, sólo espera que esa voz que lo acompaña en sus tardes, esa voz que emerge de ese gastado y aturdido parlante no le diga eso que no quiere escuchar, no le diga que su lucha ya no tiene sentido y que se volverá en su bicicleta con el puño derrotado. Mientras, los periodistas se desesperan porque no hay señal móvil, no hay acceso a internet y la televisión apenas tiene información. El está informado, más que ellos. Su preocupación es otra.
Como me dice Bruno, un amigo con quién compartí esta foto: "Desde el cemento, a nosotros nos parece una eternidad el tiempo que lleva el puente cortado. El tiene todo el tiempo del mundo". El no sabe de nuevos medios, sólo espera que esa voz que lo acompaña en sus tardes, esa voz que emerge de ese gastado y aturdido parlante no le diga eso que no quiere escuchar, no le diga que su lucha ya no tiene sentido y que se volverá en su bicicleta con el puño derrotado. Mientras, los periodistas se desesperan porque no hay señal móvil, no hay acceso a internet y la televisión apenas tiene información. El está informado, más que ellos. Su preocupación es otra.
(Esta foto la saqué el miércoles por la tarde, en el paraje Arroyo Verde, mientras los asambleístas de Gualeguaychú esperaban a Gendarmería. Haciendo click en ella se ve en en su tamaño real.)
3 comentarios:
Excelente nota. Las verdades absolutas que tenemos los de la ciudad cambian radicalmente cuando nos ponemos, por un rato al menos, los zapatos del otro.
Muy bueno Juan Cruz...!
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